La próxima vez que vengas

El laberinto del rock and roll

Contraportada

Se separa la aguja del disco, en medio del verso la rola se detiene bruscamente. Congelados todos en su lugar, en una Ciudad de México ochentera y un poco menos agreste, se encuentran Carolina, Daniel y Gav. La chava del reventón, el cantante y un músico de la Banda. Los tres en campo visual. Hasta ahí va la rola. Si se hubieran distraído no pasaba nada. Un punto equis en la vista periférica, un único momento tangencial sin importancia, que pasó así de rápido. El otro automóvil en el sentido opuesto de la calle. El cometa que pasa por el cielo nocturno dando un espectáculo de luz y soltando fragmentos incandescentes, pero que no se estrella contra la ciudad y provoca cataclismos. La hormiga que prefiere seguir transportando pedacitos de hoja y no reacciona al tropel de elefantes que viene por la selva. Ahí estuvieron las miradas. Los posibles sólo pueden entrar por los ojos. El deseo despierta a partir de la vista y vence con insistencia. Pueden olvidarlo, negarlo, ignorarlo o rehuirle una vez o dos. Y en el silencio el disco sigue girando... Pero en medio del barullo y el ruido atronador del rockanrol, su mensaje intrascendente o impactante, de lo insignificantemente efímero de lo moderno, y más allá de las imágenes rebeldes, la niebla artificial y las luces psicodélicas y parpadeantes, los ojos que buscan encuentran. Y las broncas también. Será para la próxima vez. Sólo si se da. Nadie los iba a estar empujando. La aguja cae lentamente, para que la rola siga justo donde se quedó.

¿De qué se trata?

A principios de los años ochenta, en los primeros tropezones del Rock en Español, cuando nadie creía que pudiera llegar a sonar, en una Ciudad de México nocturna, muy dark, muy cool y en dónde ni por error hacías el imperdonable oso de invitar a tus jefes a la tocada, tres irresponsables, cada uno con su idea fija de cómo es la onda, se enredan peligrosamente en el ojo de un remolino de tocadas, huesos, videos, conciertos, ensayos y reventones. La gira de la novela lleva la música por todo México, del Distrito Federal a Guadalajara, Monterrey, Querétaro, Cancún, Los Ángeles, Londres y hasta Nueva York. Como dice alguno de los personajes, ¿Qué hueva?... ¡Para nada! ​ Carolina es la chica de los polvos las pastas, los humos y nieblas, los sueños y las pesadillas de Gav y Daniel, liosilla ella, la orquídea fatale del 9, del Tutti, del Stock y de Rocko. Gav es el cuate de lentes (¿cómo que gafas?), el que cree que todo se puede lograr programando un sinte, y con ganas de pelea. Daniel es el cantante, navega en un océano de críticas convenciendo a incrédulos de que tiene su rollo y su talento. Los demás y las demás son pan comido. Los tres saben quién hace qué y quién no la hace. El cómo lo hacen es de lo que trata la novela.

Alejandro Giacomán, el músico de películas, el tecladista de aquella famosa banda… ¿cómo se lamaba?... ¡Ah sí, ésa! Es el que, por salud mental, compone, remueve, reorganiza y revuelve un c... ciento de situaciones de esa encantadora época, con sus sostenidos, sus quesos, sus nopaleras y sus bemoles.